EL AMOR PROPIO COMO AMOR A LOS DEMÁS
Coincidiendo con Fromm, el amor antes que una relación, es un arte que
hay que ir aprendiendo todos los días;
es pues, aquella actitud que orienta y da
significado humano a la relación amorosa.
En este sentido, el aprendizaje del
amor tenemos que construirlo, sobre
todo porque aquel no viene siendo una
realidad constitucional del hombre; una
prueba de ello es que existen en este
último tendencias que son contrarias
al amor, como la envidia, los celos, la
discriminación, la indiferencia, entre
otros rasgos de la naturaleza humana
que dificultan el amor a los demás.
El amor de sí, es decir, el amor
de cada uno de nosotros, nos debe al
mismo tiempo posibilitar el tránsito al
amor a los demás. Una primera posibilidad
en esto es manifestar “amor al prójimo”, definido este término
como la voluntad de querer el bien de las personas que nos rodean;
sí, de los que están a un lado de ti, de mí, de todos nosotros. En esta
faena moral, se trata de poner al amor propio como criterio del amor
a los demás, esto es: amar al prójimo tanto como a ti mismo, como reza el
mandamiento bíblico.
El prójimo es la persona que está junto a ti (aunque a veces no tanto).
Prójimo aquí es el “próximo”, el que está más cercano y es persona.
Por su parte, amor a los demás lo entendemos como una voluntad de
trascendencia por parte del sujeto. Gracias a este acto la persona sale
de sí, deja su propio yo para relacionarse con los demás con el objetivo
de lograr su bien, al mismo tiempo que está consciente que con ello
alcanzará también el suyo.
Comentarios
Publicar un comentario