el hombre como ser constitutivamente moral

el hombre como ser constitutivamente moral 


Se afirma que somos, según cierta tradición de la filosofía moral hispana, seres constitutivamente morales, lo que significa, para decirlo en términos coloquiales, que “no nos queda de otra”. En esto, y, parafraseando ajean Paúl Sartre, estamos condenados a ser sujetos morales. Podemos comportarnos de forma moralmente correcta en relación con determinadas concepciones del bien moral, es decir, en relación con determinadas normas y códigos morales para nosotros valiosos, o bien, en el otro extremo, podemos comportarnos de forma inmoral con respecto a ellos, pero estructuralmente hablando, no existe ninguna persona que se encuentre situada “más allá del bien y del mal”. Esto significa que ante el hecho moral, por más que queramos, no podemos ser indiferentes: somos seres morales tanto porque nos apegamos a cierta moral como porque nos apartamos de ella.

Resultado de imagen para el hombre como ser constitutivamente moral
Desde los orígenes mismos de la humanidad, la conducta humana se enfrenta a la doble posibilidad de ser, precisamente “buena” o “mala”, digna o indigna del hombre. Así, la libertad implica siempre el riesgo humano de escoger tanto una conducta como otra. De ahí lo que en ética se conoce como ambigüedad humana. 
Resultado de imagen para el hombre como ser constitutivamente moralEl hombre, entonces, considerado desde su propia naturaleza, es un ser ambiguo y contradictorio por excelencia. Potencial y consustancialmente contiene en sí la posibilidad de humanizarse o deshumanizarse, puede tender hacia el bien o hacia el mal, abonar a su perfeccionamiento moral o abandonarlo, por ello, se dice que es un ser contradictorio y ambiguo, ya que incluye en su ser la doble posibilidad de desarrollar el bien y el mal, es decir, los contrarios que potencialmente hay en cada uno de nosotros.
La historia ofrece el testimonio de la presencia de los valores del hombre humanizado, aunque sobre todo lo ofrece de su ausencia y su indudable rareza; éstas son consecuencia de dos signos irreductibles de la libertad: la decisión y el esfuerzo. En el hombre están sin duda los impulsos dominantes del odio, la destrucción, la crueldad y el sufrimiento, del inagotable poder de irracionalidad y malignidad, de autonegación de la libertad y dignidad humanas; males, todos, de los que sólo el hombre es capaz. 

Comentarios